Julio Medina

Hace poco más de 15 años tuve el temprano honor de retratar a Julio Medina, en lo que parecía ser ya el invierno de su vida. Por esos días, Julio aparecía en el set de grabación con una mirada profunda, azul y cansada. La voz grave y diáfana que marcó sus años de gloria se había transformado en un hilo carrasposo, como si cada palabra se aferrara con dientes y uñas a su garganta.

Su memoria, que alguna vez retuvo guiones enteros de producciones en Hollywood, estaba ya destartalada. El hombre que actuó en más de treinta producciones en Colombia parecía perderse en unas cuantas líneas de texto. Las palabras le rehuían, y en su boca las consonantes se deshacían en murmullos ininteligibles. Recuerdo al productor Juan Mauricio Ruiz decirme, con preocupación: “Para nosotros es un honor tener a una leyenda como Julio en la película, pero estas escenas están tardando más de lo planeado”. Sin embargo, gracias a “la cancha” de Julio y al profesionalismo de Álvaro Bayona —esa otra leyenda— que lo acompañaba en escena, lograron sacar adelante las grabaciones.

Para mí, retratar a un actor de su talla fue mucho más que un honor. Julio no solo fue el primer colombiano en actuar en Hollywood, sino también presidente de la Asociación Colombiana de Actores (ACA). De niño, lo vi en casi todas las producciones de los noventa. Sin embargo, frente a mi lente, el hombre de rasgos severos y mirada aguda que yo recordaba se presentó como un anciano hermoso, de mirada transparente. Había algo, como una súplica, en sus ojos; era como si cargara con el peso de una tristeza que quise atrapar con mi cámara.

Julio Medina murió el 23 de noviembre, hace apenas un par de semanas. Para mi sorpresa, su partida causó mucho menos revuelo que la de Sandra Reyes. Aunque varios medios le rindieron homenaje, su muerte pareció desprovista de las voces escandalosas de la prensa que suelen tronar fuerte cuando se van estrellas de su tamaño. O eso creería uno.

La verdad es que Julio llevaba ya algunos años lejos de los reflectores, viviendo la vida rutinaria de un ancianato donde quiso escampar sus últimos días. Supongo que eso le dio tiempo para marchitarse en silencio, dejando que su recuerdo se llenara de un olvido injusto para alguien con una historia tan grande.

Hasta luego, Julio. Fue un privilegio capturar tu mirada azul con mi lente.